Del
web portal del libro
Para
que las bibliotecas y archivos cumplan efectivamente su misión de
conservar los papeles que albergan, sus edificios deben ofrecer un hábitat
sano. Este calificativo es aplicable a un medio donde los niveles de
humedad ambiente, temperatura, luz, ventilación y limpieza, sean los
adecuados para no causar deterioro a los materiales del libro.
La humedad relativa variable provoca sucesivos movimientos
de contracción-dilatación en los materiales del libro. En consecuencia
éstos cambian imperceptible pero continuamente de tamaño, sufriendo
cierto deterioro.
Aunque no mojaríamos un libro, ni lo guardaríamos dentro de una
piscina con agua, aceptamos bibliotecas instaladas en ambientes tan
saturados de humedad, que pueden evocarnos la piscina y causar daños
similares.
El agua puede llegar desde el exterior. Para bloquearla se debe asegurar
que las aberturas cierren, y controlar periódicamente desagües y cañerías
para evitar goteras y filtraciones.
Si bien nadie aceptaría guardar libros dentro de un horno
encendido, las bibliotecas suelen estar plagadas de estufas. El calor es
necesario para los lectores, pero acelera el deterioro del papel. Esto
se agrava si hay cambios de temperatura frecuentes, como en el caso de
los calefactores y los acondicionadores de aire que funcionan durante el
día.
La temperatura ambiente y humedad relativa altas, sumadas a
la falta de ventilación y de movimiento del aire, crean condiciones
ideales para la proliferación de hongos. Para evitarlos, se recomienda
enfáticamente la ventilación del local. La circulación forzada del
aire contribuye -además- a eliminar el característico olor a libros
viejos, que causan las substancias emanadas tanto por el papel
almacenado como por otros componentes de los libros.
La
luz -solar y artificial-, el polvo y el aire contaminado de las
ciudades, los insectos y casi todos los animales, son enemigos
potenciales de los libros. Pueden evitarse fácilmente con protecciones
en las ventanas (rejas, mosquiteros, cortinas).
Debemos
tener en cuenta que el papel es altamente combustible. Ninguna precaución
es excesiva para prevenir un incendio en una biblioteca o archivo.
Hay
que evitar cualquier tipo de fuego dentro del edificio, también hay que
controlar la instalación eléctrica -que esté en buenas condiciones- y
los sistemas de calefacción.
Estas
precauciones se completan si se dispone de buenos extinguidores
Falta de higiene en una biblioteca no significa sólo no lavar pisos ni
ventanas. El aparentemente inofensivo polvo que se acumula sobre las
encuadernaciones, es un enemigo tremendo para los libros y lectores:
contiene esporas de hongos, microorganismos, residuos de productos químicos,
partículas metálicas y grasas. Todos esos elementos son agentes
potenciales de destrucción acelerada para el papel.
El polvo es difícil de erradicar cuando se instala entre las hojas de
un libro. Además de abrasión causará manchas al papel, de origen biológico
o químico.
Para
evitar sus consecuencias, es necesario realizar una limpieza periódica
de las habitaciones, de las estanterías y de los propios libros.
Es indispensable organizar el trabajo para que al limpiar
cada sector no se recontaminen las áreas contiguas ya limpias.
La higiene de cada sala se hace siguiendo una secuencia lógica: techos,
paredes, aberturas, pisos (en primer término lo que está más arriba,
porque siempre caerá algo de polvo).
Después se limpian las estanterías (en un orden similar:
comenzando por el estante superior).
Para limpiar cada estante: se retiran todos los libros, se inspecciona
el estante (identificando problemas como óxido, clavos salientes,
restos de insectos, rastros de humedad) y se lo limpia cuidadosamente
con aspiradora.
Una buena aspiradora es un imprescindible para la limpieza. Debe
elegirse una en la que el sistema de filtros asegure que hasta el polvo
más fino será retenido y no volverá al ambiente.
Cada
libro se limpia antes de ser devuelto al estante. La limpieza se hace
con aspiradora, interponiendo algún tipo de malla plástica -tipo
mosquitero-, de aspiradora, se sugiere hacer la limpieza al aire libre
usando un pincel suave. Nunca se deben usar trapos húmedos ni productos
de limpieza
Si
en libros o estantes se encuentran hongos o rastros de insectos, se debe
consultar con un especialista en conservación. Las soluciones
comerciales son riesgosas, para los libros y para los usuarios.
Los insecticidas, raticidas y otros venenos -incluída la tradicional
bolita de naftalina- son peligrosos. Todos desprenden sustancias tóxicas,
que no deben ser aspiradas, ni tomar contacto con la piel, ni con los
ojos.
Algunos de estos venenos mantienen su poder durante mucho tiempo. Cuando
la publicidad anuncia este poder residual, lo hace en forma elogiosa. En
realidad esta permanencia de los tóxicos en el ambiente es un riesgo
para los humanos.
Si se utilizan insecticidas, éstos no deben fumigarse, sino
ser colocados en forma puntual y localizada, -en zócalos y aberturas
por ejemplo-, pero jamás sobre los propios libros.
Con el mismo criterio se
desaconsejan absolutamente los raticidas, siendo recomendables -en
cambio- la limpieza del local y la clausura -con tejido metálico por
ejemplo- de todos los agujeros y de todas las posibles vías de
ingreso de animales (ratas, pájaros y otros). Con trampas de diverso
tipo pueden atraparse los animales que ya estuviesen dentro del local,
con previsibles y desagradables consecuencias que también,
indirectamente, afectarían a los libro ..
Recomendaciones
para el cuidado y limpieza de los libros
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